lunes, 29 de octubre de 2012

CEREBRO Y TRASTORNOS ALIMENTICIOS

Tanto la anorexia como la bulimia nerviosa, hacen que las personas que la padecen estén obsesionadas con su imagen corporal. La anorexia nerviosa está caracterizada por un descenso progresivo de la comida ingerida, ejercicio físico excesivo, control de las calorías ingeridas, uso de laxantes y diuréticos para ayudar a depurar el organismo.
La bulimia nerviosa tiene los mismos síntomas iniciales, pero deriva a inducir el vómito después de la ingesta.
Diferentes estudios indican que existen diferencias del funcionamiento del cerebro entre las personas que padecen trastornos alimenticios y las que no. Personas con anorexia o bulimia presentan respuestas alteradas ante el placer y la recompensa preocupándose más de lo normal por las consecuencias de sus acciones, por lo que tendrán comportamientos obsesivos que desembocan en el trastorno alimenticio. El sistema de recompensa del cerebro está formado por varias estructuras que regulan y controlan el comportamiento estimulando hábitos necesarios para la supervivencia, en este caso, comer.
Cuando realizamos una acción se produce una respuesta pudiendo ser negativa o positiva y esto determinará que repitamos o no este acto. Personas que no padecen estos trastornos tendrán un patrón normal de activación del sistema de recompensa del cerebro.
En cambio personas que padezcan estos trastornos su sistema de recompensa cerebral no distinguirá entre ambos tipos de respuesta, explicando esto la dificultad que presentan para experimentar placer, como disfrutar de la comida.


En otra región cerebral, el núcleo caudado, se observa el efecto contrario, este se activa cuando es necesario establecer una estrategia para lograr un objetivo, pero en personas con anorexia o bulimia la actividad es mayor de lo habitual ante situaciones que no requieren planificación.

Los estudios no permiten afirmar que estas diferencias estructurales sean por causa del trastorno alimenticio o que se hayan producido como consecuencia del mismo, pero si que se ha  observado que dichas diferencias en estas estructuras persisten toda la vida, siendo posible recuperarse, pero serán más propensas a volver a sufrirlo.

Personas que presentan estos trastornos suelen presentar daño en los neurotrasmisores encargados de mantener la comunicación de las células cerebrales y cierta deficiencia en otra área cerebral, la ínsula anterior, situada en la profundidad de la superficie lateral del cerebro, entre los dos lóbulos. Personas con daño grave en la ínsula pueden llevar a la persona afectada a incluso desconocer partes de su cuerpo.

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